La obra de Mariano J. Vilallonga (1990) adopta una visión particularmente crítica frente al mundo real. Desde el universo ficticio que construye, acude a la hibridación de especies animales como manera de fabular sobre una cierta evolución (subversión) del orden natural.

Su trabajo se apoya en la especulación creativa y una intensa producción gráfica, disponiendo un amplio catálogo de seres fantásticos que metamorfosean sus cuerpos. Estos seres, que se integran en una Naturaleza severamente trastocada, practican un ejercicio de síntesis formal que trasladan al resto de formatos.

Hablamos de una propuesta personal, con toques de pesimismo medioambiental, atemporal en su expresión plástica y aparentemente exenta de influencias mainstream. La obra despliega una memoria incierta, primera, generando cierta extrañeza, enmascarada bajo una capa de ternura e inocencia.

 

Asun Rodríguez Montejano

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